John Kinsella (1963)

Leonardo da Vinci creía que un pintor (quizás el mejor de los pintores) estaba más capacitado que un poeta (tal vez el mejor de los poetas) para representar la belleza del mundo. Y quien dice la belleza, dice también la fealdad, las cosas bajas o monstruosas. ¿Acaso no hemos contemplado cuadros tan semejantes a una cosa real que han conseguido engañar tanto a hombres como a animales?, se preguntaba en uno de sus cuadernos de notas.

Unos cuantos siglos después, cuando ya la historia del arte ha negado, reafirmado, contextualizado, reinterpretado las palabras del inmortal da Vinci, unos cuantos siglos después, ahora mismo, un poeta las utiliza de exergo y escribe un poema que pareciera responder a tan absolutas reflexiones: “La poesía no tolera una mezcla de lo conceptual y lo visual, no engaña ni a la criatura del bosque ni al ser humano”.

La frase, que a primer oído puede sonar a ensayo artístico literario, no es más que un fragmento de un texto poético: "Esculpir un poema del cuadro del paisaje", incluido en el libro El silo: una sinfonía pastoral, del muy importante poeta australiano contemporáneo John Kinsella, que la editorial Arte y Literatura ha presentado por primera vez al público cubano.

La poesía no pretende representar las cosas de la vida tal y como son, parece recordarnos Kinsella desde estas páginas. De cualquier forma, vaya usted a saber cómo son, en definitiva, las cosas de la vida. Pero en esta oportunidad, y puede resultar hasta cierto punto paradójico, el poeta se ocupa precisamente de paisajes bien reconocibles, de trozos de vida que, a pesar de estar tejidos con muy personales colores, se nos antojan comunes, compartidos.

Kinsella retrata una Australia rural, de grandes sembradíos, de extensiones de tierra que reciben el sol de la mañana, de sudor del hombre de campo, de apacible y rudo devenir, de silencios, de sutiles melodías…

Es Australia, pero en esencia, pudiera ser miles de lugares: la brisa que despeina al trigo es la misma brisa que acaricia los campos de romerillo. Pero no espere el lector un ambiente adormecedor: el paisaje aquí, en buena medida, es escenario: esta sinfonía pastoral está protagonizada por hombres y mujeres, criaturas que no parecen tener demasiada conciencia de que la poesía, en definitiva, está en todas partes. Hacemos poesía sin proponérnoslo, en cualquier recodo del camino hay un poema escondido: el poeta sabe ver mejor que nosotros: el poeta nos descubre la sutil belleza del mundo. Como en este poema: “El pájaro visto aquí por primera vez/ en cuarenta años canta con diligencia/ desde el alambre, te viras para tocar/ el hombre de un amigo/ y cuando vuelven a tornarse juntos/ no encuentran nada que no sea cielo/ y el hilo tembloroso”.

Muchas veces hemos visto el pájaro, quizás no habíamos reparado en el poema.

John Kinsella pertenece a una estirpe de poetas que no renuncia a hablar con el hombre común, casi con sus mismas palabras, pero desde un universo lírico convincente, desde la dimensión en que el mundo se transforma en materia de sueños.


Honest Theocritus

Interphase, cross-over, fringe exchange,
collusion or conversion, absorption or rejection,
counterpoint over peat beds and spreads
of chalk, or sandy perimeters that run with the wind
or collude with pads of concrete marked out
in fields of neglected sheep and decrepit horses,
the RSPCA rolling past daily, building up their case
against an eccentric who won’t leave the house
to look after her charges - contractors
moving closer and closer with a circular utterance
as if the Song of Solomon were pure pastoral,
as if resolution did not compare itself to a steel trap,
the mind of the songster busy as a bee on the outskirts
of redress, where summer sits in lush shade - gravitas
of fossil fuel hanging close about, issuing wreaths
to naked Fellows who might invade King’s College Chapel
to act out some drunken rite they call Sentimental
Gesture to a Great Tradition, a recasting of progress!
Might be a photo somewhere - honest, Theocritus!


@John Kinsella

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